Two Ruedas es el nombre del grupo de amigos con el que salgo de vez en cuando a rodar en mi bicicleta en Bogotá, después de varios meses sin salir a rodar en alguna ruta que me exigiera un poco, decidí unirme a la travesia planeada por el grupo para llegar al cerro del Quinini partiendo desde silvania.
Con algo de temor por no haberme preparado previamente para exigirme en una ruta que aunque por mi experiencia no es de un nivel muy alto si tiene una exigencia importante, me aventuré a hacer la ruta porque no hay como contar con el apoyo de un buen grupo para lograr superar los obstáculos en el camino, también era una buena oportunidad para probar mi nueva bicicleta Mérida que al menos en ciudad me iba funcionando de maravilla, además quería ver la calidad de las imágenes de mi nueva cámara Xiaomi 4K, justamente las grabación es hechas las compilé en un solo video que edité en Kdenlive en mi Linux y que finalmente subí a mi canal en youtube, el resultado lo pueden ver a continuación.
La ruta que hicimos fue muy diferente a la que hice junto al grupo ya hace año y medio aproximadamente, esta tuvo mas trocha y ascenso que la anterior lo cual creo nos exigió bastante a todos, el video lo titulé "Una rodada de bajada" porque al menos eso era lo que la mayoría creía que era esta ruta, una en donde prevalecían los descensos frente a los ascensos y la verdad fue casi todo lo contrario, a algunos les tocó subir algunos tramos caminando y empujando la bicicleta e incluso hubo algunos con calambres, la ventaja de ir en un grupo como Two Ruedas es que se tiene como premisa el no dejar a nadie del grupo, en ayudarnos entre todos para que logremos el objetivo y eso se notó en todo el recorrido.
No fue fácil, nos perdimos un poco, llovió y consecuentemente nos dio frio, hubo varios pinchados en el recorrido y los menos acostumbrados a este tipo de trochas tuvieron que caminar mucho o detenerse para poder recuperarse de la exigencia, si fue duro, incluso en una de las bajadas perdí el control de la llanta trasera que se deslizó y terminé cayendo en una curva al lado de un matorral, nada grave realmente, algunas raspaduras de costumbre pero con mucha satisfacción.
La finalización de la ruta tuvo un momento mágico cuando desde el municipio de Nilo nos dirijíamos hacia Girardot, ya nos encontrábamos rodando en carretera de asfalto y el cansancio ya se empezaba a sentir, la noche había caído y las luces de las bicicletas ya estaban encendidas cuando iniciamos el recorrido, al principio el grupo se tornó disperso por la diferencia de ritmo sin embargo en el bloque que iba un grupo de 4 o 5 niñas encabezaron e impusieron el ritmo el cual nos animamos a seguir como un pelotón, nos metimos tanto en el cuento que la mística inevitablemente se formó y mantuvimos un ritmo que animó al resto a unirse y de a poco fuimos ganando velocidad como pelotón e íbamos absorbiendo a los que pasábamos, a medida que avanzábamos la gente salia a vernos y con cara pienso que de asombro nos veía pasar como si de una colmena se tratara, pienso que desde el punto de vista del espectador la imagen debió ser hermosa con todas esas luces y el sonido de las llantas comiéndose el asfalto a punta del esfuerzo de una piernas cansadas y un grupo con la moral en alto.
Al llegar a Girardot cenamos y luego volvimos a subir las bicicletas al bus para luego al llegar a Bogotá nuevamente armarlas y cada uno rodar hasta llegar a su casa, así una travesía que inició saliendo de mi casa a eso de las 4:45 AM terminó llegando nuevamente a casa a las 2AM, casi día y noche completo en esa aventura que valió mucho la pena haber hecho y de la cual me llevo gratos recuerdos de cada una de las personas con las que rodé, todos y todas merecen mi respeto por haber dado lo mejor de si, por eso amo este deporte, porque en su gran mayoría es fuerza del espíritu combinado con la fuerza física.